lunes, 30 de noviembre de 2015

GLADIADORES EN "GÉNESIS"

Buenos días a todos/as.
Hoy me desperté guerrera y me acordé de un trocito del libro en el que Antonio (Alan) presenció una batalla de gladiadores allá por la era de Octavio Augusto. Disfrutádlo.
ECN.












Frag. del capítulo XX:
"Era la primera vez que asistía a las fiestas de Roma y, como todo allí, las celebraciones eran exacerbadas. Me propuse participar en la mayoría de los eventos ante la insistencia de Valerio y
disfrutar todo lo posible de ellos, pero la perspectiva de los combates de gladiadores no me agradaba y cuando llegó el día, allí estaba yo, sentado junto a un senador y un magistrado en el palco principal. El graderío estaba repleto de gente que ya se impacientaba y a los que parecía no importarles el clima frío de ese mes; hacía pocos años que el pequeño anfiteatro se había edificado en la ciudad, debido al
aumento de la demanda de esos espectáculos y, aunque no tenía el esplendor que años después
ostentaría el anfiteatro Flavio edificado por Vespasiano, cumplía sobradamente el papel para el que se
construyó y los juegos de Tito no desmerecieron a los grandes eventos posteriores.
Por fin, ante las aclamaciones de la plebe y tras la orden de Valerio, todos los gladiadores
entraron en la arena a través de la reja que daba a las estancias inferiores del anfiteatro. Iban ataviados con sus armas identificativas; allí se situaron los equites en sus caballos, los essedarii en sus carros, los secutores con las gladius y escudos, los reciarios con redes y tridentes y los provocati que abrirían los combates. Se aproximaron a nuestra posición y elevando la voz con el saludo y juramento obligado, se dispusieron para su sacrificio o su victoria. Algunos morirían, sin embargo, los vencedores serían aclamados como héroes.
La lucha se inició.
Primero uno contra uno y luego por parejas dos a dos, y pronto se escucharon
los golpes de acero contra acero y los gritos de furia que acompañaban a los ataques, pero hasta que no salpicó la primera gota de sangre, los espectadores no se levantaron de sus asientos pidiendo más. Ante esa petición, los gladiadores se enaltecieron y los encontronazos se volvieron más violentos. Una espada atravesó el corazón de uno de los luchadores y el otro acabó con un tajo en el cuello. La pareja formada por los esclavos de Marco venció.
Así, se fueron sucediendo los combates durante casi todo el día, sin apenas descanso. Sangre,
sudor y lágrimas cubrían la arena, mientras el vino y las bebidas fermentadas corrían por las gradas del anfiteatro, subiendo la temperatura de los asistentes al son de la lucha, de los carros victoriosos de los essedarii que pasaban sobre los cuerpos de los caídos, de los trofeos y armas que quedaban en el suelo.
Pero se hizo el silencio al llegar la hora del plato principal: los primus de cada ludus. El respetuoso
recibimiento de esos dos gladiadores no tuvo nada que ver con los anteriores, los espectadores los
conocían y estaban allí por ellos, por la batalla final, la más esperada. De nuevo el ritual, el juramento, los que van a morir os saludan y de nuevo los golpes y pronto la sangre, se iba a decidir todo en ese combate; pronto los escudos no sirvieron de nada y las espadas decidieron. El gladiador de Marco cedía terreno al otro, aguantando la descarga de choques de su rival, esquivando la red y el tridente que se movían rápidos de un lado a otro, pero quedó claro que, con ese baile, solo buscaba cansarle, ya que, en cuanto vislumbró la mínima posibilidad, recuperó su posición y el contraataque fue brutal. El tajo de su gladius dejó a la vista parte del hueso de la pierna de su contrincante, mientras un grito desgarrador llegaba a mis oídos; acto seguido el filo de su espada acarició el abdomen de su oponente que, ante mis horrorizados ojos, se abrió, desprendiendo parte de lo que parecía el intestino, el gladiador herido cayó de rodillas sujetándose la carne y con un aullido de guerra, el vencedor alzó las manos y se dirigió a Valerio, pidiendo permiso para la vida o la muerte del perdedor. Yo no podía mirar, estaba asqueado ante el despliegue de violencia al que estaba asistiendo, pero todos los allí presentes alzaban las voces fuera de sí, extasiados ante la escena, cuanto más cruel y sangrienta mejor, yo era el único que sentía ganas de vomitar.
—¿Vive o muere? Tú decides, Antonio —Valerio alargó el momento de la decisión y me
concedió el honor,
—¿Me hablas en serio? Tiene las tripas fuera, ¿qué soluciono si decido que vive?
—¿Entonces muere?
Le miré irónico. Tal vez para el luchador era más honorable morir en la arena que desparramado
en un habitáculo húmedo en el interior del recinto.
—¿Puedo elegir que muera rápido?
Valerio se rio e, incorporándose, pidió la muerte que todos los allí presentes exigían, pero, para
mi disgusto, el gladiador de Marco le cortó el cuello y expuso su cabeza a las gradas, paseándola,
seguido de un reguero de sangre que chorreaba del busto sin vida. No aguanté más, mientras todos
gritaban y asistían a la victoria, ignorándome, me incorporé y mefui, esperaría en la domus de Valerio
y recordaría ese día como uno de los peores de mi vida. Durante milenios había conseguido excluirme de los sacrificios rituales de animales celebrados durante las fiestas a los dioses, pero no pude hacer nada por evitar ese macabro espectáculo, lo único que esperaba era no verme obligado a asistir a ninguno más. Así eran los juegos de gladiadores: combates a muerte, gente disfrutando cuando alguien abría el abdomen a otro y dejaba caer sus tripas. Y después: un banquete."

 

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