Hoy os dejó unos capítulos de mi novela LEGADO (VÍNCULO DE SANGRE 1) , una parte en la que doy mi propia versión de la historia, la novela y la película de Bram Stoker, un clásico: DRÁCULA. Espero que a los amantes de esta obra les guste mi granito de arena.
Empezaré por el capítulo 22 que es en el que se regresa al Londres de 1897. Os pondré en antecedentes para los que aún no la habéis leído. Mi protagonista: Velkan Basarab, despertó en pleno siglo XXI y vuelve a compartir su vida con uno de sus descendientes: Iván Basarab y su esposa Sofía, y es a ella en esas páginas de mi novela a la que le cuenta sus vivencias en ese siglo XIX y en esa ciudad.
En el enlace de continuación podéis leer el resto, ya que son 4 capítulos más.
Un saludooooooooo.
ECN.
[…]
—¿Quieres
contármelo? —Para sorpresa de Sofía, Velkan asintió.
—Ya os comenté
que estuve un tiempo viviendo en Londres, fue a finales del siglo XIX, lo
recuerdo porque hacía poco que decidimos cambiar las monedas y objetos de oro
en lingotes para facilitar los movimientos de dinero entre bancos europeos y
hacía pocos años que se había abierto el Banco Nacional de Rumanía. Viktor, el
bisabuelo de Iván, tenía en ese entonces un bebé de seis meses.
—El abuelo de
Iván.
—Sí, yo
llevaba años con su familia, primero con el abuelo de Viktor, después con su
padre, pero fue con él con el que mejor uní, Iván me recuerda mucho a él. El
caso es que decidí dejarle un tiempo solo, como ya sabes de vez en cuando me
apetecía cambiar de aires, pensé que sería bueno que disfrutara de su bebé y de
su mujer sin mí. Me costó mucho convencerlo y cuando lo hice buscamos un lugar
moderno, cómodo y con una sociedad más abierta: Londres fue la ciudad elegida.
Enseguida Viktor se puso en marcha y organizó mi estancia allí, trasladando
parte del dinero, comprando una casa en Picadilly y dejando todos mis asuntos
en manos de un bufete inglés que nos recomendaron en Bucarest. Viajó conmigo
para que me estableciera y cuando estuviera todo arreglado se volvería con su
familia.
—¿Qué pasó?
—Las cosas se
complicaron, apenas estuvimos unos cuantos meses, supongo que me enamoré de la
mujer equivocada y una serie de acontecimientos ajenos a mis actos sacaron a la
luz mi naturaleza y tuvimos que huir.
—¿Cómo se
llamaba ella?
—Mina…
Sofía se
enderezó como si un calambre la hubiera recorrido, ¿lo había escuchado decir
Mina?
—¡Espera! ¿No
sería Mina Murray, después Mina Harker?
Velkan la miró
estupefacto, asintiendo con la boca abierta.
—¿Cómo sabes
eso?
—Disculpa un
momento…
Sofía se
dirigió a una de las estanterías de la biblioteca, alcanzó el dvd de una
película y un libro, llevándolo consigo y entregándoselo a Velkan que lo cogió
y leyó el título.
—Drácula de Bram Stoker —leyó él
despacio—. ¿Y bien? ¿Este no es el famoso personaje de libro del que me habló
Félix, el que se supone que está basado en Vlad?
—Ábrelo y lee…
Velkan
obedeció, solo tuvo que leer las primeras frases y hojear varias páginas más
para darse cuenta de que no era una novela basada en el voivoda, sino un relato
sobre su estancia en Londres, sobre su vida, pero ¿cómo había llegado hasta
allí? ¿Quién era ese Bram Stoker? Él no lo recordaba.
—¿Qué
significa esto?
—Es una de las
novelas góticas más famosas del mundo, no hay nadie que no la conozca. ¿Y dices
que es real?
—No sabría
decirte si lo escrito aquí es lo correcto, tendría que leerlo, pero los
personajes sí son los reales: Jonathan, Seward, Van Helsing, Mina y Lucy. Pero,
¿cómo es posible?
—Si dices que
es la verdad, lo único que se me ocurre es que alguien se lo contara al autor.
Es increíble, siempre creí que era una invención. En este libro Drácula es un
monstruo bebe sangre, un vampiro sanguinario.
—Supongo que
en el fondo es lo que pensaban…
—Que tú eras
el monstruo, ¿qué ocurrió? —Sofía estaba impaciente por averiguarlo.
—Te contaré lo
que me pasó realmente allí. Siéntate nos llevará un tiempo.
Sofía se sentó
de nuevo a su lado con el libro entre las manos, conocería no solo lo
acontecido, sino lo que supuso para Velkan su primer amor.
CAPÍTULO 22
Londres, 1897
»Velkan
y Viktor permanecían sentados en las dos sillas enfrente de la mesa de despacho
del joven pasante mientras hojeaba los documentos, la visita al despacho era el
primer paso para la nueva vida. Habían adquirido una propiedad en Piccadilly y
traspasado parte de sus fondos a uno de los bancos más importantes de la
ciudad, ahora solo faltaba concretar los trámites para el envío del resto de
sus enseres personales a través del puerto de Dover y para eso debían contar
con un abogado que se encargara del papeleo y de los tratos actuales y futuros
en otras ciudades del país. Después de mucho buscar referencias a Viktor le
habían recomendado ese bufete.
El
joven continuaba con su labor, sin prestarles mucha atención, concentrado en lo
que tenía entre manos, lo que permitió que lo observaran con detenimiento. Su
aspecto era impecable, su pelo castaño claro estaba repeinado y su
comportamiento era demasiado formal, guardaba las distancias y se mantenía en
su lugar, no se involucraría más de lo necesario, para el gusto de los dos
hombres de enfrente, demasiado frío, esperaban que no todos los ingleses fueran
así.
—Pues
bien, milord, todo está en regla. Si firma aquí, todo estará legalizado.
Velkan
firmó los documentos que el abogado le tendió.
—¿Entonces
ya soy ciudadano londinense de derecho?
El
joven sonrió levemente, asintiendo.
—Cualquier
trámite legal que necesite puede contar con nosotros. Bienvenido.
El
abogado se levantó de su sillón y les estrechó las manos.
—Gracias
por todo, señor Harker —le dijo Viktor.
—Hay
algo más, ¿puede recomendarme algo que hacer en esta bella ciudad, enseñarme
por dónde empezar…?
Velkan
se moría de ganas de conocer Londres, de visitar cada lugar de interés y pensó
que sería adecuado que un lugareño lo guiara y solo le conocía a él, era su
abogado y le había ofrecido sus servicios. A partir de ese día viviría allí,
era el trato al que había llegado con Viktor, él permanecería un tiempo con él
y después volvería a Rumanía con su familia. Todo lo relacionado con Londres
quedaría a su nombre y sería él el único en establecerse, esperaba que por un
buen periodo de tiempo y hasta que se relacionara con la alta sociedad
londinense necesitaba alguien que le aconsejara.
—Milord,
está en Londres, seguro que encuentra algo que hacer.
El
comentario velado no pasó desapercibido, Velkan frunció levemente el ceño ante
su poca empatía, desde luego el joven no era dado a la lisonjería, incluso
rayaba la insolencia, pero Velkan lo dejó pasar, buscaría otras opciones y le
quedó claro que Harker no era el tipo de amigo que querría a su lado, nunca le
había importado la clase social de nadie, pero al parecer allí iba a ser mejor
relacionarse con los aristócratas.
—Apostaría
cualquier cosa a que no sabe divertirse, señor Harker.
—Discúlpeme,
milord, no todos podemos permitirnos vivir solo para el disfrute, la mayoría
debemos trabajar duro —le contestó mirándolo fijamente a los ojos.
—No
me cabe la menor duda, es usted muy diligente, quizás demasiado, por eso nos
recomendaron su bufete, sin embargo, también debería aprovechar la juventud
para disfrutar. ¿Está casado? —se interesó Velkan.
—No
todavía, estoy prometido.
—Entonces
mi consejo es que no se vuelva un ratón de despacho y disfrute de veladas
felices con ella.
—Mi
novia comparte mis gustos.
—Por
supuesto, no podría ser de otra manera.
—Me
parece que debemos irnos —Viktor interrumpió la conversación—, el señor Harker
tendrá mucho trabajo aquí y nosotros ya hemos terminado.
—Organizaré
los documentos que faltan y le avisaré, milord.
Harker
los acompañó hasta la puerta y cerró cuando ellos abandonaron el despacho.
Hacía unos años que él se ocupaba de los clientes y sobre todo de los
extranjeros, su socio, ya anciano, confiaba plenamente en él; era cuestión de
tiempo que todo el bufete fuera suyo y era conveniente tener una buena cartera
de clientes. Viktor le había informado de que en su ciudad le recomendaron su
despacho y eso significaba que sus fronteras se ampliaban, sin embargo, Velkan
Basarab no le caía bien, había algo en él que lo molestaba, algo en su forma de
mirar y de actuar, sabía que los nobles eran orgullosos y algo soberbios, pero
este los superaba o por lo menos esa era su impresión, sus asuntos iban a ser
solo laborales, por nada del mundo iba a convertirse en su sirviente para todo
y menos su compañero de fiestas. Igual eran solo prejuicios, pero
definitivamente no le caía bien. [...]
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