domingo, 17 de julio de 2022

Concurso de relatos #HistoriasdeAnimales SEGUNDO RELATO

 Buenasssss, os dejo por aquí un relato que he escrito para participar en un concurso de relatos de Zenda. Espero que os guste.

#Historiasdeanimales


Segundo relato



CANIS FAMILIARIS

 

¿Cómo iba a permitir que alguien hiciera daño a mi domine? Nunca, mientras yo estuviera para protegerlo. Me lancé sobre el humano más grande y mordí con fuerza su brazo, ese que amenazaba lo que yo más quería, sin importarme mi seguridad. Noté cómo intentaba zafarse del agarre de mis fuertes mandíbulas y cómo gritaba de dolor, no cedí. No era habitual que mordiera a nadie, sin embargo, no sentía que ese maldito fuera como los demás humanos, no mientras intentara hacer daño a mi domine, el humano que aquel lejano día me salvó de una muerte inminente, el que llegó y detuvo la mano asesina que quiso matarme y que había conseguido hacerlo con mi madre y mis hermanos.

Mi madre le era fiel a ese demonio que la había criado de forma cruel en un barrio de casas pobres junto a la muralla de la urbe, la crio sin amabilidad y sin apenas comida; y, después de parir, la había odiado sin motivo hasta decidir matarla a golpes con sus pequeños hijos. Yo sentía los pensamientos de mi madre ante lo que estaba ocurriendo, su miedo y su lamento: «Yacía en el suelo helado, inmóvil, dolorida, sabiendo que la vida se me escapaba por la herida de la cabeza, sabiendo que nadie acudiría a auxiliarme. El silencio empezó a rodearme. Mis hijos ya habían dejado de gritar, ya no sufrían bajo los golpes de aquel monstruo en el que un día confié, ya descansaban en paz. Y yo, la que lo había intentado todo para protegerlos, pronto me reuniría con ellos. Porque había otros que conseguían una segunda oportunidad, pero ese no iba a ser nuestro destino. La muerte y el silencio nos uniría. No quería vivir en un mundo sin ellos, a merced de hombres malvados que mataban a golpes. Cerré los ojos. Mis cachorros me esperaban en el cielo de los perros y allí viviríamos felices.»

Mi madre nunca supo que yo había sobrevivido, estaría feliz de saber que uno de sus cachorros lo consiguió. Esperaba que cayera sobre mí el golpe funesto de ese cruel humano cuando escuché un grito, el golpe no llegó, sí unas manos amables y mi primera caricia amorosa. Me dormí y cuando desperté estaba al lado del fuego y con un caldo a mi lado. ¿Cuánto tiempo había pasado? No podía saberlo, el tiempo era distinto para mí, sencillo de controlar: se distribuía entre cuando comía, cuando dormía a sus pies y cuando mi domine salía, ese tiempo era eterno para mí y esperaba su vuelta con ansías. Poco a poco empecé a disfrutar de la vida a su lado y en la urbe, que él llamaba Ercávica, y empecé a darme cuenta de lo afortunado que era de estar a su lado. También supe que la crueldad con la que había tratado aquel malvado a mi madre era muy habitual. Lo descubrí mientras paseaba por el Cardo siguiendo sus pasos, viendo a otros perros buscar comida desesperadamente esquivando las patadas y los alaridos de furia de muchos de los dueños de las Tabernae a los que no les gustaba que un animal merodeara entre sus clientes. Sentí pena por ellos, porque nunca conocerían el amor de un hogar cálido. Sin embargo, en el Foro era distinto, me encontré con otros congéneres que dormían a los pies de sus ricos domines e incluso estaban orondos por el exceso de alimento y el poco ejercicio. Así me di cuenta de los extremos en los que se vivía, los mismos en los que lo hacían los humanos. Sí, yo era muy afortunado. Por eso lucharía por defender a mi domine aun a riesgo de mi propia vida. Por eso no deshice el agarre del brazo del humano que lo amenazó hasta que un golpe me hizo perder la fuerza y el conocimiento.

No sé qué ocurrió después, solo sentí que las manos firmes y amorosas de mi domine me alzaron y caminó abrazándome y susurrando palabras de ánimo, por un momento dejé de sentir el dolor, estaba feliz junto a los latidos de su corazón. La calle empedrada por la que pasamos me traía recuerdos de otros paseos con él. Percibí el olor rancio del vino derramado quizás de alguno de los Caupona de la calle alta y los restos de comida que empezaba a descomponerse en el suelo; en otra etapa de mi vida, ya muy lejana había buscado esos restos podridos con mi madre y hermanos, pero hacía mucho que comía manjares en mi hogar mientras dormitaba a los pies de mi domine. El olor a descomposición dio paso al olor a incienso, el Templo del Dios estaba cerca, ¿me estaba muriendo? ¿Por eso recordaba lo que me pasó en mi corta vida? Temblé, tuve miedo y no fue por mí, fue por abandonar a mi domine sin haber vivido muchos años a su lado.

El giro en una de las calles principales me indicó que no íbamos a casa y al cruzar un atrio, una voz nueva se coló en mi mente. Mi domine me colocó sobre una cama dura de piedra y dejó que otro humano me tocara, examinara mi herida y me untara con algo que hizo que escociera, me removí y empecé a sentirme mejor. Y cerré los ojos, recostando mi cabeza, mientras escuché sus palabras: «No es habitual que un hombre venga al medico para traer a un perro» y lo que mi domine contestó: «No es solo un perro, es mi compañero, es parte de mi familia.»

Me dormí tranquilo y con una sensación de completa felicidad, si es que los perros pueden sentir felicidad, porque sabía que mi domine era el mejor del Imperio y mi vida era valiosa para él.

Y seguiría siéndolo por los muchos años que me quedaran por vivir a su lado.

 

ARES, perro mestizo que vivió durante el siglo I en la ciudad de Ercávica en la Domus de RÓMULO.





Concurso de relatos #HistoriasdeAnimales PRIMER RELATO

 Buenasssss, os dejo por aquí un relato que he escrito para participar en un concurso de relatos de Zenda. Espero que os guste.

#Historiasdeanimales


Primer relato





«VOLVERÁN LAS OSCURAS GOLONDRINAS…»

 

Nací en un pequeño pueblo de la meseta castellana, en La Macha. El lugar era herencia de mis padres, ellos también nacieron allí y antes que ellos sus padres y los padres de sus padres y así durante generaciones. Mi nido es afortunado, un nido que se construyó y reconstruyó durante años y cuyo espacio en esa casa siempre ha estado reservado para nosotras, hecho que agradecemos a los humanos que allí habitan. Nuestra vida es rutinaria y cuando abandonamos nuestro nido de crianza y el país que nos acoge en verano, volamos miles de kilómetros hasta el continente africano, en donde ocupamos otro nido muy similar. ¿Quizás nuestra familia castellana piense alguna vez en cómo será nuestra otra familia en África? ¿Tal vez otra familia de un pequeño pueblo que también ame a las golondrinas como ellos? ¿Cómo serán, en qué trabajarán, cómo pasarán sus días, cómo se divertirán y por qué sufrirán?

Yo me preocupo por sobrevivir en este mundo lo más natural posible y esas reflexiones las dejo para los humanos. Vivo el presente, recorriendo el cielo para alimentarme y viajando hasta que mis fuerzas desfallezcan. Esa es nuestra existencia.

De vez en cuando entablo amistad con algún otro pájaro o con alguna otra especie que me encuentro en mi camino y me cuentan sus historias propias u otras que les contaron.

Una vez escuché a una cigüeña y me contó cómo le habló una hoja que el viento movía y transportaba, ese era su devenir junto a nosotros, el viento que es nuestro padre y nos cuida. Me contó que le habló de su vida en un frondoso árbol y que cuando llegó la hora de caer de él, viajó y vio el mundo, y que no todo era bueno. Me contó que le dijo que escuchó el llanto de un niño que dormía entre cartones abrazado a su madre y a su mascota; que viajó junto a una tortuga cuyo caparazón estaba deformado por los plásticos vertidos al mar contaminado y que cuando se detuvo y se secó, fueron las páginas de un libro las que albergaron su descanso eterno, las que le mostraron la felicidad que el mundo no pudo.

Me emocionan las historias que voy descubriendo porque me ayudan a entender otras formas de vida, a vivir a través de ellas. Y pienso: quizás algún día alguien recuerde mi historia y la cuente. Que cuente que oí las risas de las gentes humildes de los pueblos por los que pasé, quienes eran felices con lo poco que tenían, con sus familias y amigos mientras recibían el aire solano de las tardes que seguían a días calurosos mientras charlaban y disfrutaban de la cena al aire libre.

Querría contar mi crónica y mis viajes a la familia que acoge mi hogar. A la más joven, que mira con ojos curiosos nuestro vuelo y a la que le gustaría saber de las gentes que nos aguardan en el otro continente amigo. A la más mayor, que vigila con ahínco el despertar al vuelo de mis polluelos, protegiéndolos por si cayeran o hubiera peligro cerca, alzándolos para salvarlos y devolverlos a su lugar. A esa que conoce nuestro canto y le pone letra que perdura en su tradición. A ellos que nos observan y cuidan como si fuéramos parte de sus vidas, de su familia, que nos aguardan retornar el próximo año.

Pasamos los días de verano sobrevolando sus cabezas, sus calles, sus campos, siempre presentes y a la vez obviadas, es el devenir de nuestras vidas y rutinas hasta que llegue el final de la estación y alcemos el vuelo a otro lugar en el que también nos esperan.

Y así serán nuestros años y los de nuestra descendencia en los venideros.

Volar, volver, marchar de nuevo y tornar.

Soñar y esperar porque todo continúe igual, nuestros nidos, nuestras familias. ¿Cómo saberlo?

Desear que sigan oyendo nuestros cantos en los amaneceres de sus días de estío, el hermoso y único trinar de las golondrinas que da la bienvenida al despertar. Que permanezcamos en sus recuerdos.

Sin embargo, ¡Ay, si alguna vez ocurriera! ¿Qué sería de esos cielos de verano sin nosotras? Por eso, las palabras del poeta serán nuestro lema: «volverán las oscuras golondrinas en tu balcón sus nidos a colgar…»

 

De las GOLONDRINAS de mi familia para la familia del pueblo de LA MANCHA que siempre nos acoge, no hay palabras ni cantos para agradecerles todo lo que hacen por nosotras. Pasado, presente y futuro.